La hora de fichar y salir se acercaba. El ambulatorio estaba finalmente tranquilo. Menos mal. – pensé – Después de tanto trabajo,  lo único que nos faltaba era que esto siguiera como estaba por la mañana: lleno de personas esperando a ser vacunadas y otras tantas con un montón de preocupaciones estúpidas.

Miré mi reloj nuevamente, el que me había regalado por nuestro séptimo aniversario. Marcaba las ocho menos cinco de la tarde, solo cinco minutos para salir.


Me quité la bata y la cambié por mi chaqueta negra. Salí del vestuario y me dirigí a recepción, donde fichábamos al terminar el turno.

-Un día largo, ¿eh Alex? –me dijo Bea, la recepcionista. Era una chica de treinta y tantos años, con un pelo rizado y de un castaño apagado. Siempre tenía una amplia sonrisa en la cara.

-Demasiado largo –dije devolviéndole la sonrisa.- ¿Cuánto te queda? –le pregunté. Nunca recordaba cuando terminaba su turno, ya que no paraba de cambiarlo con otras recepcionistas.

-Media horita. –respondió- Ah, por cierto, ha llegado un comunicado para ti del jefe. Parece importante. – me dijo mientras me alcanzaba un sobre.

Tomé el sobre y leí el reverso. Efectivamente, era del jefe. Me despedí de Cindy mientras salía hacia el aparcamiento. 
Mi coche, un Ford Fiesta algo antiguo, estaba aparcado en una de las plazas más cercanas al ambulatorio.
Lo abrí y dejé la chaqueta en el asiento de atrás. Suspiré y miré en el espejo retrovisor medio, donde tenía una pequeña foto en la que salíamos Michelle y yo en Central Park, que nos hizo un amable señor en nuestras vacaciones del pasado año.

Sonreí. Cogí el sobre, que tenía escrito mi nombre y mi cargo en el ambulatorio: Enfermero Jefe. Un sello del Ministerio de Sanidad adornaba la esquina inferior derecha.
Abrí el sobre con cuidado. Saqué el folio y comencé a leerlo:




Estimado  señor Castillo:
     El consejo de médicos y enfermeros del sector 3 está muy satisfecho con su trabajo en el ambulatorio de Nuestra Señora de los Remedios en                       éstos últimos 7 meses, por lo que nos complace comunicarle que hemos decidido destinarle al Hospital de la Paz como enfermero fijo.
Le adjuntamos una tarjeta con toda la información que necesita para comenzar a trabajar en su nuevo puesto el lunes 5 de Noviembre.

Esperamos tener buenas noticias suyas.

Atentamente el Consejo de Médicos y Enfermeros, sector 3


.
 Tuve que releer el comunicado para salir de mi asombro. Después de tantos meses trabajando en un cutre ambulatorio de pueblo. Después de tanto esfuerzo, había conseguido un puesto en uno de los hospitales más importantes de Madrid.

Feliz, arranqué el coche y me dirigí a casa. A Michelle le alegraría saber que me habían ascendido. Últimamente estaba de un humor extraño y siempre que preguntaba me respondía con un ‘nada’ y cambiaba rápidamente de tema, pero a mí no me engañaba. Fuera lo que fuera, la noticia le haría olvidar eso un rato.

A mitad de camino ya tenía la noche planeada: antes de llegar a casa pasaría por una floristería a comprar claveles, después prepararía una cena especial, y cuando llegáramos al postre le daría la noticia.

Pasé por mi floristería favorita. Era un local no muy llamativo: en la esquina de una calle no muy concurrida, con una fachada de ladrillo pintada de un verde oscuro y un cartel de madera tallado en el que el nombre de la tienda brillaba en dorado. El dueño, Santiago, ya me conocía por todas las veces que había pasado a por flores para Michelle y cuando entré, se asomó por detrás del mostrador y sonrió al verme.

Al salir fui a casa y dejé los claveles en el florero que teníamos en la entrada, colgué la chaqueta en el perchero y empecé a preparar la cena: espaguetis a la carbonara y de postre, una mousse de chocolate. Eran los platos favoritos de Michelle.

Mientras los espaguetis se hacían, me fui a dar una ducha. De camino al baño, al que se entraba pasando por el dormitorio, vi un papel doblado sobre nuestra cama.

Me senté en la cama y desdoblé el folio. Estaba escrito con rapidez, como si el autor tuviera prisa. Pude reconocer que la letra era de Michelle.
Empecé a leer lo que parecía una carta. Cuanto más avanzaba, mi cara –que segundos antes estaba ocupada por una amplia sonrisa- fue cambiando a una cara triste, de cuyos ojos empezaron a brotar lágrimas.
La carta decía:
Alex, 
Llevamos mucho tiempo juntos , y te agradezco que hayas sido tan bueno conmigo. Como ya te habrás dado cuenta, no he estado de muy buen humor éste último mes… Te diré por qué: 
Te acordarás de David, el chico de mi colegio, cuando aún estaba en Inglaterra. Bien, pues hace mes y pico que vino de vacaciones a España, y antes de venir, contactó conmigo para vernos algún día y que le enseñara Madrid. Yo acepté, me hacía ilusión ver a un ex compañero, además tenía curiosidad, ya que en mi colegio, era el chico deseado por todas, además de que sus padres eran ricos. Quería saber si había empeorado.
Cuando quedamos, y le ví, me di cuenta de que había mejorado un montón y… bueno, iré al grano: 
Me voy. Para siempre. Vuelvo a Inglaterra, con David. Él no no tiene que trabajar, tiene una mansión y le gusto. Tú… Tú trabajas en un cutre ambulatorio, y… no se, simplemente quiero que te olvides de todo lo que has vivido conmigo. 
Nunca te quise, y nunca te querré. Simplemente acepté ser tu novia porque eras el único que hacía lo que yo quería en cualquier momento.Has vivido en una mentira, y ya me he cansado de fingir. Adiós Alex, para siempre. No me volverás a ver, no me busques.

PD: He cogido el dinero de nuestros ahorros para el viaje a Inglaterra.

En mi cabeza, pasaban sin parar todos los buenos momentos que pase con ella. Todos una farsa. 
Miré la carta, llena de las lágrimas que caían de mi cara. Lo arrugué y lo tire contra una pared con fuerza.

Podía verlos, en un avión de camino a Londres, en primera clase. Michelle y su nuevo amor, David…
Me tumbé en la cama, llorando en silencio. De vez en cuando soltaba algún grito cargado de la ira que fluía por mi cuerpo. Lloré toda la noche, hasta que mis parpados cayeron como persianas sobre mis ojos. Aquel día había acabado conmigo completamente


.
De repente, desperté dando un grito. Estaba sudando, en la cama sobre la que acababa de leer la carta.
Me toqué la cara, aún caían lágrimas, y miré a mi alrededor. Había un bulto a mi lado. Encendí la luz que había a un lado de la cama y miré de nuevo el bulto. Era Michelle; dormía plácidamente.
-¿Q…Qué? ¿Michelle? –dije agitándola para despertarla. Todo era muy raro.-¡Michelle!
Abrió los ojos. Y me miró, asustada por la manera en la que la había despertado.
-¿Qué ocurre amor? –me dijo sentándose y frotándose los ojos.-¡Estás sudando! ¿Has tenido una…
-¿Qué está pasando? ¿No estabas en Inglaterra con David? La carta…
La expresión de su cara indicaba que no se enteraba de nada.
-¿De qué hablas? ¿Qué carta?
-La… La carta donde me dejabas, te… te despedías para si… -no podía decirlo, me dolía demasiado- para no volver…
Michelle se quedó unos segundos callada, intentando comprender lo que le estaba diciendo. Al rato, empezó a hablar.

-No se de qué demonios me hablas… Alex, cariño –dijo cogiéndome de la barbilla y levantándome la cabeza suavemente – Has tenido una pesadilla, nada de lo que has visto ha pasado. –sonrió- Estoy aquí, contigo. Ven – me abrazó con fuerza.

-Prométeme… Prométeme que nunca me dejarás –dije soltando entremedias un pequeño sollozo.

-Nunca jamás. Estaré siempre a tu lado, siempre juntos, en lo bueno, y en lo malo. ¿Recuerdas? –dijo apartándose y mirándome a los ojos a la vez que yo asentía. –Vamos, sigue durmiendo.

Me dio un beso, y tiró de mi para tumbarme con ella.
-Cierra los ojos – susurró, a la vez que ella cerraba los suyos.

-Te quiero Michelle.

-Y yo a ti, idiota. Ni se te ocurra pensar lo contrario.

Sonreí  y cerré los ojos, olvidando lo que fue mi peor pesadilla. Lo que es mi mayor miedo: perderla.

Categorias: ,

Leave a Reply

Escribe aquí tu comentario.

¡Recuerda que un blog se alimenta de tus comentarios!

Gracias.